Llegar a Perú y, en particular, a Machu Picchu, es una experiencia inolvidable que combina aventura, cultura y belleza natural. La mayoría de los viajeros inicia su viaje en Cusco, la antigua capital del Imperio Inca. Desde allí, se puede tomar un tren hacia Aguas Calientes, el punto más cercano a Machu Picchu. Los trenes salen regularmente de Cusco y de Ollantaytambo, ofreciendo vistas espectaculares del paisaje andino.
Es recomendable comprar los boletos con anticipación, especialmente durante la temporada alta, que va de junio a agosto. Una vez en Aguas Calientes, hay varias opciones de alojamiento, desde hostales económicos hasta hoteles de lujo, para todos los presupuestos.
La entrada a Machu Picchu debe adquirirse por adelantado, y se puede elegir entre diferentes horarios de visita, lo que permite evitar las multitudes. Es aconsejable madrugar para disfrutar del amanecer en la ciudadela y capturar fotos impresionantes.
El camino hacia Machu Picchu es accesible en autobús, pero también se puede optar por la caminata a través de la Inca Trail o el Camino Salkantay, que son rutas más desafiantes. Ambas ofrecen vistas espectaculares y una experiencia más íntima con la naturaleza.
Una vez en Machu Picchu, se recomienda unirse a una visita guiada para conocer la historia y la cultura detrás de esta maravilla arquitectónica. Los guías suelen compartir anécdotas interesantes sobre la ciudadela y su significado cultural.
Recuerda llevar ropa cómoda, protector solar, y suficiente agua, ya que el clima puede ser impredecible. La altitud también puede afectar a algunos visitantes, así que es importante aclimatarse en Cusco antes de dirigirse a Machu Picchu.
Por último, respeta las normativas del parque, como no tocar las estructuras antiguas y no dejar basura, para preservar este patrimonio mundial para las futuras generaciones.
